Cómo saber si un huevo es fresco

La frescura del huevo es uno de los parámetros de calidad determinantes para su comercialización. Por ejemplo, existe un aparato llamado ovoscopio que es un sencillo equipo que permite mirar el huevo al trasluz y vislumbrar la altura de la cámara de aire o detectar algún defecto como las manchas rojizas.

Los huevos frescos pueden estar a la venta durante los 21 días posteriores a la fecha de puesta. En cambio, la referencia para el consumidor es la fecha de consumo preferente que indica el estuche, que es 28 días después de su puesta.

Durante su fase de clasificación, los huevos no son limpiados ni lavados, ni han sido conservados o refrigerados por debajo de los 5ºC.

Con el transcurso del tiempo, el huevo pierde frescura por dos razones:

  • Por la salida de parte del agua que contiene en forma de vapor a través de los poros de la cáscara y esto hace que aumente el tamaño de la cámara de aire y baje el peso del huevo.
  • Y por la eliminación de anhídrido carbónico que produce la pérdida de consistencia de la clara y chalazas, y hace que la yema se descentre.

También es muy importante un correcto almacenamiento y mantener unas condiciones adecuadas de temperatura y humedad. El huevo no debe sufrir cambios bruscos de temperatura (sobre todo de bajas a altas), nunca llegar a la congelación y no “sudar” porque favorecería la proliferación de microorganismos.

Para más información puedes consultar nuestros posts que explican las partes de las que se compone un huevo y el camino que sigue hasta llegar a las tiendas.

Pero cuando estamos en casa y tenemos huevos de hace varios días, ¿cómo podemos comprobar su frescura? Pues con estos 3 sencillos trucos:

  • Sumergiendo un huevo en un bol con agua y sal: Si se queda al fondo, es muy fresco pero si flota, ya no es tan fresco. Cuanto más alto flote, menos fresco es. Puedes ver un ejemplo de cómo se hace en este vídeo.
  • Cascando el huevo: Si la yema flota centrada sobre la clara, es muy fresco. En cambio, si la yema se va descentrando, menos fresco es.
  • Pelando un huevo duro o cocido: comprueba la distancia entre la clara yla cáscara. A menos tamaño de la cámara de aire, más fresco es (fíjate si el huevo tiene una especie de burbuja en su polo más grueso).

Como hemos comentado anteriormente, esto sucede por la eliminación por los poros de la cáscara de vapor de agua (el huevo aumenta su cámara de aire y flota) y de anhídrido carbónico (la clara pierde consistencia, se hace más líquida, se desparrama y la yema no queda centrada).

Si al hacer estas comprobaciones ves que un huevo no es “fresquísimo”, no te preocupes, todavía es apto para su consumo. Desecha aquéllos que floten mucho o que no tengan consistencia. De todas maneras, la mejor referencia es guiarse siempre por la fecha de consumo preferente.

En esta imagen que te ponemos a continuación, puedes ver de una manera muy visual y fácil los diferentes estados de frescura de un huevo:

Infografía extraída de aquí.

¿Qué son las manchas rojas en la yema del huevo?

A veces vemos manchas rojizas o marrones en el interior del huevo, sobre todo en la yema. Éstas son células epiteliales que se han desprendido del oviducto al formarse el huevo.

No te preocupes, estos huevos son perfectamente aptos para su consumo. Pero, si quieres, puedes retirar fácilmente esas “manchitas” con la punta de un cuchillo.

Si en el proceso de clasificación del huevo (antes de su embalaje) se ven al trasluz esas manchas, no es considerado de categoría A.

By Hugh1975 (Own work) [CC BY-SA 4.0], via Wikimedia Commons

¿Por qué algunos huevos tienen dos yemas?

Esto sucede cuando la gallina ha generado en una misma ovulación dos óvulos, es decir, dos yemas. Lo común es que solamente sea una yema y que esto suceda en aves en el principio de su período de puesta.

Como curiosidad, si este huevo fuera fecundado, nacerían dos polluelos del mismo cascarón. En las personas ocurre lo mismo en el caso de los mellizos.

Código de trazabilidad del huevo

La trazabilidad permite seguir el rastro de los huevos desde su puesta hasta que llega al consumidor final.

Para ello, el huevo va marcado con un código (con tinta apta para uso alimentario) en el que se especifica el sistema de cría de las gallinas y el país, ciudad y granja de procedencia.

Las granjas deben registrar todos los detalles de la producción: origen del pienso y de las aves, controles sanitarios realizados y demás factores relativos a seguridad alimentaria.

Además, en el centro de embalaje se registra el origen y destino de cada lote expedido y se marca en el envase el registro sanitario, y también en los documentos que acompañan a los huevos en todo momento.

Este código de trazabilidad es de vital importancia ya que si aparece algún problema en cualquier punto de la cadena alimenticia, los huevos pueden ser inmediatamente identificados, localizar su lote, su proveniencia y todos los datos de producción. Para  así analizarlos y, si procede, retirarlos del mercado.

Ésta es una normativa de la Unión Europea y todos los huevos deben llevarlo para su comercialización. En la imagen siguiente puedes ver un esquema que lo explica de manera visual:

Conoce las partes de un huevo

Como recordaréis, la semana pasada hablamos de los pasos que se suceden para la formación del huevo de gallina. Siguiendo ese hilo, en este post de hoy explicaremos las diferentes partes de las que se compone un huevo. Empezamos.

Un huevo pesa por término medio unos 60 gramos, que se reparten en 30% la yema, 60% la clara y un 10% del peso total la cáscara y las membranas.

Ésas son las principales que lo componen pero, en realidad, su composición es más compleja. Si le hiciéramos un corte transversal a un huevo, podríamos distinguir las siguientes partes:

Mirando la imagen, vemos en el centro del huevo una zona anaranjada que es la yema. Está recubierta por la membrana vitelina que es transparente, da forma a la yema y permite que se mantenga separada de la clara. Cuando esta membrana separadora se rompe, la yema se desparrama.

Sobre la yema hay un pequeño disco blanco, llamado disco germinal o blastocito, que es donde se produce la división celular si el huevo está fecundado.

Después podemos ver la clara o albumen. Según su densidad la podemos dividir en dos grandes partes: albumen denso y fluido. Si cascamos un huevo podremos distinguirlos. El denso es sobre el que flota la yema en el centro y la rodea, y el fluido es el más próximo a la cáscara.

Saliendo desde la yema hasta los dos extremos del huevo, existen unos filamentos enrollados responsables de que la yema quede suspendida en el centro: son las chalazas.

Por último se encuentra la cáscara, que protege la integridad física del huevo y actúa como barrera contra las bacterias. Está compuesta en su mayor parte por calcio y pequeñas cantidades de otros minerales, y recubierta por poros que facilitan la “aireación” del huevo, sobre todo en su parte gruesa.

Recubriendo el interior de la cáscara están las membranas testáceas externa e interna. Cuando la gallina pone un huevo, estas membranas están fuertemente pegadas entre sí. Pero, al enfriarse poco después de la puesta (la temperatura corporal de la gallina es de 39ºC), las estructuras internas se contraen y entra aire por los poros de la parte gruesa del huevo y se forma la cámara de aire.

Existe la creencia de que se puede triturar la cáscara del huevo e ingerirla para aprovechar su gran cantidad de calcio, pero no es así. La forma química en la que se encuentra ese calcio no es aprovechable por el organismo humano.

¿Cómo crea la gallina el huevo?

Con este post entenderás el proceso de formación de los huevos de gallina.

Las gallinas alcanzan la madurez sexual y comienzan a poner huevos en torno a las 20 semanas de vida. Pero hasta entonces, y en adelante, siguen unas pautas sanitarias, de alimentación, higiene y cuidados que les permitan poner huevos de la mejor calidad.

La puesta se produce cada 24-26 horas, independientemente de que haya un gallo que los fecunde. Es más, en las granjas no conviven con gallos, por lo que los huevos que se comercializan no son fecundados y no se pueden incubar para que nazcan pollitos. La hora a la que suele suceder es entre las 7 y las 11 de la mañana, y 15-30 minutos después puede iniciarse de nuevo el proceso de ovulación.

En esta imagen podéis seguir el camino de formación del huevo y sus tiempos:

El aparato reproductor de la gallina está compuesto por ovario y oviducto (desde el infundíbulo hasta la cloaca), y se desarrollan sólo los izquierdos.

El ovario pesa unos 35 gramos, tiene forma de racimo de uva y está ubicado en la parte inferior de la cavidad abdominal, cerca del riñón. En él alberga más de 4000 óvulos microscópicos, de los que pocos llegarán a desarrollarse y formar una yema. La ovulación de la gallina consiste en eso precisamente, la yema crece durante unos 10 días en el ovario y la de mayor tamaño es captada por el infundíbulo, primera zona del oviducto y con forma de embudo.

El oviducto es un tubo de 60-70 cm de largo y 40 gramos de peso, y está dividido en las siguientes secciones: infundíbulo, magno, istmo, útero (glándula tubular y matriz) y cloaca.

Durante todo este camino la yema se va rodeando de diferentes estructuras y membranas (albumen o clara) que la protegen y que le confieren sus propiedades nutricionales posteriores. Es curioso que la formación de la cáscara se produce en la última parte del proceso y como protección final de la yema-clara dando lugar al huevo.

Otro día escribiremos con detalle sobre las diferentes partes de las que consta un huevo y de sus propiedades.

La ruta del huevo

Te contamos cómo trasladamos nuestros huevos frescos desde las granjas hasta las tiendas donde tú puedes comprarlos.

Nuestras gallinas ponen 2 millones de huevos al día que recogemos con sumo cuidado. Los llevamos a nuestra central envasadora donde comprobamos que estén en perfectas condiciones para la venta, los agrupamos por categorías y los envasamos. Por ejemplo, una curiosidad, con los huevos que por tamaño no son aptos para la comercialización en cáscara, nos sirven para elaboraciones de huevo líquido que también vendemos a industrias y profesionales. 

El paso siguiente es el transporte en camiones refrigerados desde Cabanillas del Campo (Guadalajara) hasta nuestras delegaciones en Barcelona, Castellón, Zaragoza, Álava, Asturias, Pontevedra y Sevilla. Así se mantienen a una temperatura constante y adecuada.

Cuando los huevos llegan a destino pasan a cámaras especiales donde esperan turno para que camiones más pequeños de reparto los distribuyan por los supermercados, hipers y tiendas que venden huevos DAGU.

Los huevos que encontramos en las tiendas están en lineales sin refrigerar porque es conveniente mantener los huevos a temperatura constante a lo largo de la cadena de producción y de transporte. En este proceso, y durante su almacenamiento hasta la venta final, los huevos no deben sufrir picos de temperatura y humedad y es recomendable que estén entre 18 y 22ºC. Las temperaturas muy altas favorecerían la proliferación bacteriana y demasiado frío tiene peligro de condensación (y el exceso de humedad propicia el desarrollo de hongos).

Una vez en casa debemos conservar los huevos siempre en el frigorífico y no hay que sacarlos de la nevera hasta el momento de utilizarlos. Así, sabremos que siempre estarán a la misma temperatura y mantendrán óptimas sus propiedades más tiempo.

Contando con todo este proceso, los huevos tienen una fecha de consumo preferente de 28 días, que es la que indica el etiquetado.

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Cómo manipular huevos en la cocina

En el post anterior os hablábamos de qué es la salmonella y de las medidas preventivas que se siguen en las granjas.

Hoy os exponemos unos puntos sencillos pero muy útiles para la manipulación correcta y limpia de los huevos en casa. Son éstos: 

  • Comprar huevos que estén etiquetados y con el código de trazabilidad en la cáscara.
  • Utilizar sólo los huevos que estén limpios y con la cáscara intacta.
  • Consumir los huevos dentro de la fecha de consumo preferente indicada en el envase.
  • El huevo no debe sufrir cambios bruscos de temperatura. No congelarlos.
  • Guardarlos en la nevera después de su compra y mantenerlos allí hasta su consumo.
  • Lavarse las manos antes y después de manipular huevos.
  • Lavar los huevos sólo si se van a consumir de inmediato porque la cáscara del huevo tiene una fina película protectora y al lavarlo pueden introducirse por los poros gérmenes diluidos en el agua.
  • Mantener limpios los utensilios y superficies que van a esta en contacto con el huevo.
  • Evitar el uso  de utensilios de madera o porosos o resquebrajados que sean difíciles de limpiar.
  • No cascar el huevo en el recipiente donde se va a batir.
  • Evitar que el huevo toque la cáscara (no se parar la yema y la clara con la cáscara).
  • No utilizar el mismo recipiente donde se han batido los huevos para servirlo, por ejemplo una tortilla.
  • Evitar el contacto de huevo crudo con alimentos ya cocinados.
  • Las posibles bacterias que pudieran aparecer se eliminan con el calentamiento. Cocinar los alimentos a temperatura suficiente, sobre todo en verano.
  • Mantener refrigerados los platos cocinados con huevo (mayonesa, natillas, tortilla de patatas, etc) y tenerlos a temperatura ambiente el menor tiempo posible.

En verano, huevos sin salmonella

Cuando llega el calor y el verano surgen a menudo las mismas inquietudes. Una de las más habituales es la salmonelosis y, en concreto, el papel del huevo en esta toxiinfección.

Al contrario de lo que se pueda pensar, de las 22 grandes epidemias de salmonelosis de origen alimentario en humanos que ha habido en los últimos 25 años, solamente en 2 de los casos se estimó que el origen del contagio era el huevo. Los otros casos tuvieron como origen más frecuente de la infección alimentos como: carne picada, embutidos, leche natural y sus derivados.

Las salmonelas que afectan a los humanos (principalmente Salmonella Enteritidis y Salmonella Typhimurium) no suelen causar síntomas en las aves, aunque pueden ser portadoras de la bacteria y transmitirla al huevo.

Por ello, desde el año 2005, en las granjas de gallinas ponedoras se aplican unos programas de vigilancia, prevención y control de contaminación por Salmonella.

En ellos se incluyen protocolos de buenas prácticas de higiene en las granjas (cuidado de las aves, bioseguridad de las instalaciones, medidas para los trabajadores, así como para el manejo del pienso y del agua), se hacen controles periódicos para detectar alguna incidencia y corregirla, se vacuna a las gallinas contra la Salmonella y se controla su estado sanitario.

En DAGU se siguen estas buenas prácticas e incluso fabricamos nuestro propio pienso para tener el control de todo el proceso.

Un huevo limpio puesto por una gallina sana no debe albergar salmonelas en su interior.

Citando a Bernard Sauveur del INRA (Instituto Nacional de Investigación Agronómica) de Francia “Un huevo fresco es aquel que no presenta ningún riesgo de provocar una toxiinfección cualquiera que sea el tipo de preparación culinaria a que se le someta”.

El próximo día hablaremos de cómo manipular y conservar en casa de forma segura los huevos y otros alimentos y de las precauciones que debemos tomar.

Una cáscara perfecta para un huevo fresco

Una cáscara sin imperfecciones es la garantía de que el huevo conserva todas sus propiedades naturales hasta el momento del consumo.

Te contamos cómo hacemos para que nuestros huevos salgan desde Guadalajara en perfecto estado y lleguen hasta las tiendas frescos y limpios.

Muchas cosas han cambiado para bien desde que empezamos en 1979. Hoy en día DAGU es un granjero moderno que, además de cuidar de dos millones de gallinas, controla la calidad de los huevos, revisándolos uno por uno (y no es broma).

Para ello cuenta con aliados excepcionales y te queremos presentar a uno de ellos, que nos ayuda en el proceso de selección. Su nombre lo dice todo: crack detector.

Como habrás podido intuir, con esta tecnología comprobamos que cada uno de los huevos tenga la cáscara íntegra y limpia, sin fisuras ni suciedad como plumas o gallinaza. Mediante un sistema acústico escanea toda la superficie del cascarón y separa los que tengan algún defecto.

Los huevos que son finalmente envasados pasan, además, otros controles de calidad y seguridad alimentaria. En menos de 24 horas están disponibles para la venta en centros de distribución alimentaria de toda España peninsular.