Cómo prevenir intoxicaciones en verano

Compartimos con vosotr@s este artículo de la aecosan sobre cómo prevenir intoxicaciones alimentarias en verano o épocas de calor:

Las enfermedades de transmisión alimentaria, también conocidas como “toxiinfecciones alimentarias” son aquellas patologías que se producen por la ingestión de alimentos contaminados con agentes biológicos o sus toxinas.

Estos procesos están causados por la ingestión de distintas formas vitales de bacterias, virus o parásitos. Así, la enfermedad puede estar causada por la ingestión de bacterias o virus vehiculados en el alimento (infección), o de toxinas producidas por aquéllas previamente formadas en el alimento (intoxicación), o por formas parasitarias en fases concretas de su ciclo evolutivo (infestación).

Ejemplos de las primeras, infecciones serían la Salmonelosis y la Hepatitis A; de las intoxicaciones por ingestión de toxina preformada, el Botulismo y la gastroenteritis por Enterotoxina Estafilocóccica; y de las parasitosis, la Triquinelosis y la Anisakiasis.

Los procedimientos de control e inspección de procesos y alimentos que se llevan a cabo de manera sistemática han demostrado resultar muy eficaces en la prevención de muchos de estos problemas. Sin embargo, en muchos casos el consumidor es el verdadero artífice de las prácticas correctas de higiene en la fase terminal de la cadena alimentaria. También resulta de gran importancia que el consumidor, en su opción de compra y en sus hábitos alimentarios contribuya a mantener el nivel y garantías de inocuidad alcanzados en las fases previas de la cadena.

Para ello, puede resultar de utilidad recordar algunos conceptos básicos. Ante todo, no olvidemos que la contaminación microbiana, incluso elevada, no tiene por qué manifestarse en el deterioro del alimento. La apariencia, no basta.

Los microorganismos son seres vivos: se alimentan, se reproducen y se relacionan con su entorno. Necesitan, por tanto, que el alimento que les sirve de vehículo y de hábitat les brinde unas condiciones favorables: Disponibilidad de nutrientes, temperatura adecuada, entorno no agresivo (condiciones de acidez, salinidad, humedad)…. en tales condiciones, eubióticas, favorables a la vida, si les concedemos el tiempo necesario, se reproducirán, a velocidad inusitada, alcanzando dosis infectantes; producirán toxinas aquellos que son toxigénicos…. en definitiva, convertirán un alimento inocuo en un producto peligroso. Si las condiciones del medio resultasen adversas, algunos pueden adoptar formas vitales de resistencia, como las esporas o esporos, que germinarán cuando aquéllas mejoren dando lugar a formas infectantes.

¡Debemos y podemos evitarlo!

Los meses de verano constituyen una época especialmente crítica, porque las altas temperaturas favorecen el desarrollo de microorganismos. Asimismo, en esta época hay una mayor tendencia a comer fuera de casa. Por ello, la Agencia Española de Consumo Seguridad Alimentaria y Nutrición, recomienda la observación de las siguientes normas, basadas en las Reglas de Oro para la preparación higiénica de los alimentos de la Organización Mundial de la Salud. La adopción de estas sencillas precauciones evitará numerosas enfermedades provocadas por una inadecuada manipulación o conservación de los alimentos.

1. Consumir alimentos que hayan sido tratados o manipulados higiénicamente.

No se debe consumir leche sin tratamiento térmico (leche cruda). Las carnes, pescados y productos de repostería deben estar refrigerados o congelados. En los establecimientos de restauración es obligatorio el empleo de ovoproductos en la elaboración de mayonesas, salsas, cremas, etc. Si prepara estos alimentos en casa, deberá consumirlos inmediatamente, no aprovechar las sobras y mantener la conservación en frío. Si lava los huevos antes de utilizarlos, porque éstos tienen restos de suciedad, debe hacerlo inmediatamente antes de su uso.

2. Cocinar correctamente los alimentos.

Los alimentos pueden estar contaminados por microorganismos. Si los alimentos se cocinan bien, estos microorganismos pueden ser destruidos por el calor. La temperatura a la que debe someterse el alimento debe ser suficiente para que alcance un mínimo de 70º C en el centro del producto.

3. Consumir los alimentos inmediatamente después de ser cocinados.

Es la mejor manera de evitar la proliferación de los gérmenes. No dejar nunca los alimentos cocinados a temperatura ambiente.

4. Un alimento cocinado, es un alimento higienizado.

Los alimentos que no puedan ser consumidos inmediatamente o las sobras que se quieran guardar, deben mantenerse bajo la acción del calor, por encima de 60º C, o del frío, a 7º C como máximo.
Si va a consumir pescado crudo o poco cocinado (preparaciones culinarias como los boquerones en vinagre)  en casa, hágalo después de haberlo mantenido congelado durante varios días.

5. Calentar suficientemente los alimentos cocinados.

Para conservarlo después de su preparación, puede mantener caliente hasta su consumo aquellos alimentos que lo permitan (sopas, purés, guisos…). Otro tipo de alimentos que no puedan ser sometidos a calor (ensaladas, gazpachos, etc.), deben ser refrigerados inmediatamente.
No siempre es posible aprovechar sobras de una comida anterior, pero si decide hacerlo, caliente dichas sobras a la temperatura máxima antes de consumirlo.

6. Evitar el contacto entre los alimentos crudos y los cocinados.

Un alimento cocinado puede volver a contaminarse por contacto con los alimentos crudos o con objetos que anteriormente hayan contactado un alimento crudo (cuchillos, tablas, superficies, trapos, etc.). El trapo de cocina o la bayeta puede ser un excelente vehículo de contaminación. Es preferible usar papel de cocina.

7. Asegurar una correcta higiene de la persona que va a manipular los alimentos y una limpieza adecuada en todas las superficies de la cocina.

La persona que manipule alimentos, debe observar unas estrictas prácticas higiénicas. Es imprescindible que tenga las manos siempre limpias, que las lave cada vez que haga falta y siempre que haga uso del servicio.
Es muy importante hacer la limpieza de la cocina diariamente, como mínimo. Tener especial cuidado en almacenar la basura en recipientes lisos, lavables y cerrados y que éstos no se encuentren cerca de los alimentos.

8. Mantener los alimentos fuera del alcance de insectos, roedores y animales de compañía.

No hay que olvidar que los animales pueden ser portadores de gérmenes patógenos y parásitos que originan enfermedades de transmisión alimentaria.

9. Utilizar exclusivamente agua potable.

El agua potable no es sólo imprescindible para beber, sino también para preparar los alimentos. Debe tener exclusivamente estos dos orígenes: aguas envasadas o aguas de la red pública de distribución en la población. No se debe beber ni usar agua procedente de pozos que no esté potabilizada.

10. No consumir alimentos perecederos que estén expuesto a temperatura ambiente.

En bares, cafeterías, restaurantes, etc., todos los alimentos deben estar protegidos por vitrinas y conservados en condiciones sanitarias adecuadas. Deben estar refrigerados siempre que sea preciso. Estas medidas deben ser exigidas por el consumidor, y cuando se observe que no se cumplen, los alimentos deben ser rechazados.

Aprende a manejar el huevo de la forma más segura

Es uno de los alimentos más versátiles en nuestras
cocinas, pero también uno de los más sensibles a la contaminación debido a su
riqueza en nutrientes. Para consumir huevo de forma correcta y segura, es necesario
seguir unas buenas prácticas de manejo y conservación que no todo el mundo
conoce
.

¿Hay que guardar los huevos en el frigorífico? ¿Debemos lavarlos antes de
guardarlos? ¿Se pueden mantener alimentos cocinados con huevo a temperatura
ambiente? La campaña “El huevo, de etiqueta” de INPROVO (Organización
Interprofesional del Huevo y sus Productos) te ayuda a resolverlas.

Buenas prácticas de manejo del huevo

El Modelo Europeo de Producción implica un importante esfuerzo de los
productores para llevar a nuestras casas huevos frescos y seguros. Sin embargo, todas
las precauciones adoptadas para garantizar la higiene y la seguridad alimentaria en el
proceso de producción del huevo pueden resultar inútiles si no se manipula
correctamente antes de su consumo
.

Tras la compra debemos preservar su frescura y calidad manteniéndolos entre 1ºC y
10ºC. ¿El lugar ideal? El frigorífico. Guárdalos sin lavar y, a ser posible, en su estuche.
Así mantendrás la protección natural de la cáscara del huevo frente a
microorganismos externos, olores extraños o humedad. Además, siempre tendrás a
mano la información importante del etiquetado, como la fecha de consumo
preferente (que no es obligatorio indicar en la cáscara del huevo, pero sí en el envase).
El envase protege también al huevo de los cambios de temperatura que se producen
cuando abrimos frecuentemente el frigorífico.

Esta variación térmica, especialmente de frío a calor, no es buena para el huevo. Por
esta razón no se refrigeran durante su distribución ni en el punto de compra. En casa,
saca del frigorífico solo los huevos que necesites. Antes de utilizarlos, desecha los
sucios, rotos o agrietados. Puedes lavarlos antes de su uso, nunca para guardarlos
después.
Además, es recomendable confirmar que están en el plazo marcado por la
fecha de consumo preferente.

Limpia bien las manos, superficies y utensilios de cocina antes y después de
manipular el huevo.
Procura no cascar los huevos en borde del recipiente donde los
vayas a batir, para evitar que caigan trocitos de cáscara. No separes la clara y la yema
con la cáscara
, porque esto facilita que cualquier posible contaminación exterior que
hubiera en ella se diluya en la parte comestible del huevo.

¿Y la salmonela?

Los productores de huevos comerciales mantienen sus granjas libres de
enfermedades aplicando medidas de bioseguridad, higiene y de prevención de la
contaminación de las aves
. En España, las gallinas ponedoras se vacunan
obligatoriamente contra la salmonela. Además, se realizan análisis periódicos, de los
propios productores y de los inspectores oficiales.

La salmonela provoca una toxiinfección alimentaria (salmonelosis) cuando se
reproduce en alimentos que no se han manipulado higiénicamente. Para evitarla,
además de los consejos anteriores, conviene recordar unas normas básicas:

  • Consume huevos procedentes de granjas registradas y controladas: lo sabrás
    porque llevan información obligatoria en su envase y en su cáscara.
  • Conservar refrigerados los alimentos, frescos o cocinados: la salmonela
    puede multiplicarse a una gran velocidad en alimentos frescos, especialmente en
    verano cuando se dejan a temperatura ambiente. No olvides guardar lo antes posible
    los platos y las salsas elaborados con huevo en el frigorífico, tanto si son caseros
    como industriales.
  • Cocinar a temperatura suficiente los platos con huevo: Cocinar a 70ºC o más
    garantiza la eliminación de la salmonela. Los platos que no se vayan a consumir de
    forma inmediata deben mantenerse calientes, o en refrigeración si se trata de
    platos fríos que tengan que conservarse durante un tiempo antes de su consumo.
    Hay que cuidar la higiene, el tiempo y la temperatura en la preparación y
    conservación de platos con huevo que no se consuman inmediatamente tras su
    elaboración.
  • Evitar la contaminación cruzada: el recipiente o el cubierto utilizados para
    batir los huevos, por ejemplo, no deben ponerse en contacto con la tortilla ya
    hecha. Tampoco se debe cascar el huevo en el recipiente que emplearemos después
    para batirlo, cocinar o servir los alimentos ya preparados.

Cómo manipular huevos en la cocina

En el post anterior os hablábamos de qué es la salmonella y de las medidas preventivas que se siguen en las granjas.

Hoy os exponemos unos puntos sencillos pero muy útiles para la manipulación correcta y limpia de los huevos en casa. Son éstos: 

  • Comprar huevos que estén etiquetados y con el código de trazabilidad en la cáscara.
  • Utilizar sólo los huevos que estén limpios y con la cáscara intacta.
  • Consumir los huevos dentro de la fecha de consumo preferente indicada en el envase.
  • El huevo no debe sufrir cambios bruscos de temperatura. No congelarlos.
  • Guardarlos en la nevera después de su compra y mantenerlos allí hasta su consumo.
  • Lavarse las manos antes y después de manipular huevos.
  • Lavar los huevos sólo si se van a consumir de inmediato porque la cáscara del huevo tiene una fina película protectora y al lavarlo pueden introducirse por los poros gérmenes diluidos en el agua.
  • Mantener limpios los utensilios y superficies que van a esta en contacto con el huevo.
  • Evitar el uso  de utensilios de madera o porosos o resquebrajados que sean difíciles de limpiar.
  • No cascar el huevo en el recipiente donde se va a batir.
  • Evitar que el huevo toque la cáscara (no se parar la yema y la clara con la cáscara).
  • No utilizar el mismo recipiente donde se han batido los huevos para servirlo, por ejemplo una tortilla.
  • Evitar el contacto de huevo crudo con alimentos ya cocinados.
  • Las posibles bacterias que pudieran aparecer se eliminan con el calentamiento. Cocinar los alimentos a temperatura suficiente, sobre todo en verano.
  • Mantener refrigerados los platos cocinados con huevo (mayonesa, natillas, tortilla de patatas, etc) y tenerlos a temperatura ambiente el menor tiempo posible.

En verano, huevos sin salmonella

Cuando llega el calor y el verano surgen a menudo las mismas inquietudes. Una de las más habituales es la salmonelosis y, en concreto, el papel del huevo en esta toxiinfección.

Al contrario de lo que se pueda pensar, de las 22 grandes epidemias de salmonelosis de origen alimentario en humanos que ha habido en los últimos 25 años, solamente en 2 de los casos se estimó que el origen del contagio era el huevo. Los otros casos tuvieron como origen más frecuente de la infección alimentos como: carne picada, embutidos, leche natural y sus derivados.

Las salmonelas que afectan a los humanos (principalmente Salmonella Enteritidis y Salmonella Typhimurium) no suelen causar síntomas en las aves, aunque pueden ser portadoras de la bacteria y transmitirla al huevo.

Por ello, desde el año 2005, en las granjas de gallinas ponedoras se aplican unos programas de vigilancia, prevención y control de contaminación por Salmonella.

En ellos se incluyen protocolos de buenas prácticas de higiene en las granjas (cuidado de las aves, bioseguridad de las instalaciones, medidas para los trabajadores, así como para el manejo del pienso y del agua), se hacen controles periódicos para detectar alguna incidencia y corregirla, se vacuna a las gallinas contra la Salmonella y se controla su estado sanitario.

En DAGU se siguen estas buenas prácticas e incluso fabricamos nuestro propio pienso para tener el control de todo el proceso.

Un huevo limpio puesto por una gallina sana no debe albergar salmonelas en su interior.

Citando a Bernard Sauveur del INRA (Instituto Nacional de Investigación Agronómica) de Francia “Un huevo fresco es aquel que no presenta ningún riesgo de provocar una toxiinfección cualquiera que sea el tipo de preparación culinaria a que se le someta”.

El próximo día hablaremos de cómo manipular y conservar en casa de forma segura los huevos y otros alimentos y de las precauciones que debemos tomar.